martes, 21 de junio de 2022

SÍ MISMO

SÍ MISMO

Por: Leidy Cañas Torres. Psicóloga. Magíster en Psicología. 
 
“El selbst no sólo es el punto central, sino que además comprende la extensión de la consciencia, y el inconsciente; es el centro de esta totalidad, así como el yo (ego) es el centro de la consciencia” (Jung, 1944, p. 57). 

Una de las acciones que presenta el ser humano esta relacionada con sus conductas, así como la forma de percibir el mundo y proyectarse a partir de vivencias. Cuando un individuo se conoce y se compromete, fortalece su crecimiento personal y muchos de los actos se fundamentan con su misión y visión en el mundo.

Por lo tanto, su capacidad para reconocer lo que puede o no realizar, cambiar o instaurar está fundamentada en identificar sus debilidades o capacidades, ej. si una persona reconoce que no sabe cantar, infiere en su aceptación del “no saber”, sin embargo, puede que esta persona tenga una afinidad por la música y actúe un miedo interno en vez de reconocer su fortaleza o talento. A partir del anterior ejemplo, en esa persona o individuo hay una voz interior diciéndole constantemente que él o ella es capaz, de hecho le hace saber con el cuerpo, los sueños, las vivencias, con aspectos sincrónicos lo que necesita para estar bien, sin embargo, a pesar de muchas advertencias, sugerencias y llamados, el yo en ocasiones no escucha, quizás permeado por sus temores, por su sombra o su contradicción. Al llegar a esta relación encontramos una de las pretensiones para diferenciar y explicar el tema del sí mismo, donde ese llamado, esa voz interior puede estar relacionada con el mismo self o con ver hacia adentro.

Continuando, cuándo se habla del yo con relación a varios autores como Abraham Maslow, Victor Frank, Sócrates, entre otros, ellos fundamentan la identificación de la misma personalidad de carácter exterior con singularidad del aspecto interior; por ende, no quiere decir que estén equivocados, ellos como muchos autores fundamentan y han brindado aportes al autoconocimieno; por su parte para Jung el yo se encuentra relacionado con el ego, con el aspecto consciente, más aún, la búsqueda y el reconocimiento del sí mismo no siempre se fundamenta en construir rasgos de una personalidad para luego tratar de fundamentar el comportamiento de acuerdo a la situación o contexto.

Dentro de este ámbito, el sí mismo tiene su base en la biología, acarrea y proporciona información acerca de asuntos fundamentales que el yo ignora. El yo está al corriente de las preocupaciones conscientes, así como, el sí mismo tiene acceso a una esfera infinitamente más amplia de la experiencia (Stevens, 1994).

Ahora bien, ¿qué es esto del sí mismo? ¿Por qué se diferencia con el yo?

El ego en ocasiones se identifica con algunas culturas y no se apropia de su individualidad. De ahí que las dificultades evidencias por unas áreas indiferentes, llevadas a la manipulación de intereses sesgados, por una búsqueda de poder o control, plasmado además en demostrar que se es más que el otro, denota y evidencia una manipulación que se acciona constantemente. Todo ello lleva a que muchas representaciones no se demuestren y se manifiesten, siendo complejo como algunos símbolos continuan en el inconsciente y como el sí mismo se desliga siendo indiferente para el yo.

Para otros, los mismos intereses a partir del ámbito social, y la búsqueda de conocimiento esta en ocasiones enrutados a una finalidad. Tratar de mostrar la importancia en reconocer y asumir los propios errores a partir del reconocimiento personal, lo que es notoriamente complejo, nos gusta decir que es siempre es el otro o que la culpa es del otro.

A pesar de, con la explicación quisiera nombrar como la definición y entendimiento hacia los dos conceptos del sí mismo y el yo es algo difuso, de manera personal ha sido un proceso de entendimiento por años, por momento se entienden algunos conceptos y luego te puedes percatar de su olvido. A mi parecer es complicado, pero no por ello, deja de ser primordial, la integración como individuos, la aceptación y vivencia de la consciencia y como por medio de ella se visualiza la luz o el conocimiento, el cuál en diversos ámbitos, también puede traer confusión por no ser capaz de aceptarlo o entenderlo.

El yo te brinda aspectos del aspecto consciente siendo necesario para sobrevivir y subsistir, de hecho, no se puede abolir, sin el yo el sí mismo tendría su apertura sin regulación, en muchos casos llevaría a la locura por no ser capaz de entenderlo, aceptarlo y comprenderlo. No por ello, el sí mismo deja de ser innecesario, todo lo contrario, te informa sobre lo consciente e inconsciente en su máxima expresión.

En representación de lo expuesto, cuando se toma consciencia podes gestionar o facilitar las dificultades, por el contrario, y en contraposición se consideraría una catástrofe psíquica cuando el yo es asimilado completamente por el sí-mismo. En este caso el sí mismo queda totalmente fuera del alcance de lo personal, de lo que se puede objetar, en caso de representarse, lo haría por medio de una forma de mitologema -religiosa-, oscilando con símbolos entre lo más alto y lo más bajo.

Como primera instancia hay que tener en cuenta los sueños como también las visiones -técnicas de visualización- y en segunda instancias los resultados de la imaginación activa en las que se pueden observar los símbolos de la totalidad.

“El pequeño “yo” personal aparece como un mero reflejo del “Gran yo” llamado sí mismo, que se compone, incluye y suma varios niveles de vigilia, el sueño y el dormir sin sueños. Uno puede simplemente llamarlo el “más alto sí mismo”, si esto fuese más conveniente” (Jung, 1944, p. 121).

Seguidamente, es preciso dar la importancia de conocerse a partir de fundamentos, de investigaciones y explicaciones, en la que muchas de ellas han sido impartidas por sabios, por maestros, por filósofos replanteados en toda la historia.

Acudiremos a los siguientes ejemplos para continuar con la explicación, el sí mismo es como un niño muy sabio que habita en un edificio de un piso en específico, con plena sabiduría, pero que nadie escucha, nadie comprende, hasta lo ignoran, puede ser maltratado, doblegado y dado por desquiciado o loco.

A pesar de que el sí mismo es poco escuchado o inferido en muchas realidades, no por ello él deja su continuo fluir y no por ser atendido, él deja de actuar en la consciencia.

A este propósito, si el inconsciente puede ser reconocido como factor co-determinante al lado de la consciencia y puede existir o sobrevivir con las demandas conscientes e inconscientes vivenciadas ampliamente como sea posible e infiriendo como el centro de gravedad de la personalidad total cambio su posición; se concluiría, como no se encontraría en el ego, lo que es meramente el centro de la consciencia, sino hipotéticamente se encontraría entre el consciente y el inconsciente. Donde este nuevo centro puede ser llamado el sí mismo (Pascal, 1998).

Por su parte “el sí mismo es un concepto determinado para expresar la noción de la totalidad del hombre, así como suficientemente indeterminado para expresar el carácter indescriptible e indeterminable de la totalidad” (Jung, 1944, p. 28-29).

Aunado a lo anterior, el sí mismo de una u otra manera sana, aclara, enfatiza, da entendimiento. Es el inicio de todo, tiene una finalidad y una relación estrecha con la vida psíquica, más aún, todo está inexplicablemente enraizado con el sí mismo, incluyendo los propósitos más supremos, finales o últimos, adviértase que, a pesar de todo, conlleva hacia él. La paradoja es inevitable (Pascal, 1998).




Pero, para qué nos sirve este conocimiento? ¿En qué y cómo nos afecta?

Para la consciencia y para el yo es indispensable integrarse, hacer consciente su doble aspecto, siendo difícil juntar el intelecto y el sentimiento, la sensación e intuición, pues son por definición opuestos entre sí, no solo intelectualmente, más aún teniendo en cuenta su valor afectivo.

Por tal motivo, el Sí Mismo no es percibido solamente como una integración de las cuatro funciones intuición, pensamiento, sentimiento y sensación y de las dos actitudes como extroversión e introversión. Al cultivarse una cualidad más que otra, el lado contrario actúa y se fortalece en el inconsciente. La función inferior tiende a encontrarse en el inconsciente y la función superior se encuentra en la acción consciente del individuo donde cada uno tiene generalmente más desarrollado un tipo psicológico según lo que predomine, integrar cada función es esencial para reconocer el sí mismo y el proceso de individuación, es como una especie de reunión, una coalición de todos los arquetipos capaces de dar un significado personal intenso a la existencia individual.

De manera corta expondremos como Jung detalla el significado de las cuatro funciones:
La sensación establece que algo está presente, es concreta. El pensamiento nos permite conocer su significado; es abstracto. La intuición señala de dónde proviene y hacia donde va; es la inteligencia del inconsciente y de la totalidad, es presentimiento, pero comprobable. El afecto, el sentimiento, nos comunica su valor. Todo lo anterior nos lleva a reconocer y hacer introspección sobre la realización intuitiva, una de las funciones que revela como el verdadero centro psíquico se encuentra más allá de la personalidad del ego, tanto en el punto de la psique donde cada aspecto de las dimensiones y “frecuencias” son capaces de fusionarse.

En concordancia, cabe señalar como el sí mismo es una personalidad que también nosotros somos. Al aceptar la naturaleza dualística, la unión de opuestos, los lados positivos y negativos, es cuando se espera o se relaciona como un individuo es capaz de ayudar a sentir las naturalezas contradictorias, reflejadas o proyectadas para así comprenderlas e integrarlas; una vez resueltas y entendidas las proyecciones, una vez individualizadas con los contrarios y los opuestos, sólo entonces se puede empezar a experimentar una nueva integridad relacionada con tranquilidad y agrado, aún con todas las dificultades adyacentes en el día a día.

Agregando a lo anterior, las polaridades y proyecciones se necesitan integrar. En este aspecto el sí mismo también se proyecta en figuras o instituciones a las que por diversos motivos la percepción las dota de poder y prestigio, muchas de ellas se representan en figuras humanas a partir de perfiles como presidentes, lideres innovadores, reyes, y reinas, así como por entes suprapersonales relacionados con el estado; simultáneamente se desarrolla la formación de analogías con: la iglesia, la ciudad, la mansión, la casa, el castillo, hasta la habitación y porque no el recipiente, asimismo, se representa con imágenes relacionadas con mándalas, el sol, la naturaleza, el cosmos, el universo o Dios (Stevens, 1994). En la mayoría de las culturas, por no decir todas, el sí mismo se identifica con Dios, normalmente él y el sí mismo terminan compartiendo o dirigen el mismo significado o simbolismo.

Cabe señalar y retomando otro de los ejemplos descritos se encuentra el término mándala, el cual hace su notoriedad en los diversos períodos de la historia y su representación se relaciona con los símbolos milenarios dados hacia la totalidad y la integridad. La figura mandálica, la cual es un símbolo de "totalidad" representa una imagen arquetípica del sí mismo a partir de unidad e integridad de todas las polaridades posibles. Las figuras mandálicas también presentan variedades infinitas como animales, flores, cruces, ruedas, dioses, diosas, vegetación, así como ciudades en consideración sagradas, edificios simbólicos, fuentes de mármol, contemplación natural, entre muchas otras; todas ellas llegan a representar o simbolizar el sí mismo. Bajo otras interpretaciones restablecen orden y armonía para integrar todos los ámbitos y niveles en la psique (Stevens, 1994). El mándala también se representa a partir de diversas formas entre círculos o representación simbólica de la cuaternidad, en forma de cuadrado o cruz, por lo general se realza el centro, haciendo referencia a la divinidad (Stevens, 1994). Las formas circulares o esféricas pueden representarse de manera geométrica o por medio de objetos, y, por otra parte, las imágenes cuadradas, cruciformes o divididas en cuatro, se observan por medio de objetos o personas individuales, dado su disposición o sentido, pueden estar relacionadas entre sí (Pascal, 1998).

Una tríada tiene como complemento una tríada opuesta. Muchas figuras geométricas contienen elementos relacionados con el círculo y la cuatridad donde su complemento es la unidad, de ellas se deriva el símbolo del cristal formado geométricamente y de ahí a la vez se despliega una piedra evidenciada o percibida como fantástica o asombrosa. Más aún en aspectos relacionados con el círculo se encuentra otra variante como la rueda, forma e interpretación de innovación, belleza y gran simbolismo. Todo lo anterior resalta por el hecho de que el yo se encuentra inmerso en la esfera mayor del sí mismo. Psicológicamente tiene el significado de concentración y de ocupación sobre un eje, al que se considera el “centro” del círculo, de ahí interpretándose como punto (Pascal, 1998).

Al igual que todos los arquetipos, también el sí- mismo tiene un carácter paradójico, antinómico. Es masculino y femenino, anciano y niño, poderoso y desvalido, grande y pequeño. El sí-mismo es una auténtica complexio oppositorum, lo cual no quiere decir, en modo alguno, que esté constituido de manera contradictoria (Pascal, 1998).


Enfaticemos con la misma expresión dada por Jung (2002) “A la “personalidad superior” yo suelo llamarla “sí mismo”, con lo que trazo una clara línea de separación entre el yo, que como es sabido sólo llega hasta donde llega la consciencia, y la personalidad total, que incluye el elemento inconsciente, además del consciente. El yo, pues, se comporta con respecto al sí mismo como una parte con respecto al todo. En ese sentido, el sí mismo está supraordinado. Además, empíricamente el sí mismo no es percibido como sujeto sino como objeto, debido a su elemento inconsciente que sólo puede llegar a la consciencia por vía indirecta, a través de la proyección. Mediante su elemento inconsciente, el sí mismo está tan alejado de la consciencia que se manifiesta a través de figuras humanas sólo en una parte, mientras que la otra parte se expresa a través de símbolos objetivos, abstractos. Las figuras humanas son padre e hijo, madre e hija, rey y reina, dios y diosa. Símbolos teriomórficos son el dragón, la serpiente, el elefante, el león, el oso u otros animales grandes y fuertes, o, al contrario, la araña, el cangrejo, la mariposa, el escarabajo, los gusanos, etc. Símbolos vegetales son, por lo general, las flores (loto y rosa). Éstos forman la transición e imágenes geométricas, como el círculo, la esfera, el cuadrado, la cuaternidad, el reloj, el firmamento, etc.” (Jung, 2002, p. 174).

Del mismo modo, repetimos, todos los anteriores conceptos, definiciones, y símbolos se relacionan con el Self, el cual representa la integración total del individuo, la inclinación hacia el autoconocimiento, el equilibrio interno, la armonía entre los aspectos conscientes e inconscientes del hombre. La integración.




¿El reconocimiento del sí mismo, se fundamenta con la adaptación de vivencias a partir de la misma experiencia?

Para responder a esta pregunta es necesario recurrir al ego, el cual existe porque es el mediador del sí mismo, la sombra y las contradicciones, adicional a ello, hace que te percates de estar en un cuerpo y por medio de él, en vigilia, necesaria para llevar o comprender los roles en el proceso de vida de cada individuo. Es un vehículo, más no es un fin en sí. Se aprende de la consciencia del ego porque se tiene un cuerpo físico y hasta no comprender otros ámbitos estamos identificados con él y con las circunstancias de la vida, eso nos va formando aprendizajes a través de las enseñanzas o conocimientos que implica el auto-reconocimiento individual de procesos en los que se vivencian sufrimientos, dolores y estados poco aceptados a partir de la ignorancia; es importante aclarar que muchos de los procesos son para la adquisición de conocimientos e introspección, no son para estar estáticos, lo que lleva a adquirir sabiduría por la comprensión de lo vivenciado o en tal caso esto se continua con la misma fragmentación o separación.

Solo a través de la confrontación activa, de la introspección, del sufrimiento reflexivo, del conocimiento acertado, la vivencia, además del aspecto consciente en el ego, sumados los contenidos del inconsciente personal y del inconsciente colectivo, puede precipitarse su integración y posterior síntesis en dirección de la completud psíquica.

Jung describió este fenómeno sucintamente:

“Este sobrepasar (…) se reveló en experiencia posterior como elevación del nivel de conciencia. En el horizonte de la persona apareció algún interés más elevado o más amplio, y a través de este ensanchamiento de su visión, el problema insoluble perdió su urgencia. No fue reprimido o hecho inconsciente, sino que apareció meramente en una luz diferente, y, así, él mismo se tornó diferente. Lo que en un nivel más bajo había llevado hacia los salvajes conflictos y a emociones llenas de pánico, visto desde un nivel más elevado de la personalidad parecía ahora como una tormenta en un valle observada desde la cúspide de una alta montaña. Esto no significa que la tormenta se borrara de realidad. Significa que, en lugar de estar con ella, uno está ahora por encima de ella” (Collected Works, vol. 13, parr. 17) pág.125 (Pascal, 1998).

Contextualizando, esta unidad estructural es lo que Jung llamó el selbst o sí mismo, “conjunto de todos los fenómenos psíquicos que se dan en el ser humano” (Jung, 1921, p. 562).
Para Rosemary Gordon, (1978) el sí mismo corresponde a la totalidad psicológica, incluyendo la consciencia, el inconsciente y los factores personales y arquetípicos. Todos ellos representados con una totalidad psíquica y una estructura interna que desafía la lógica conceptual.

Continuemos, el sí mismo incorpora aspectos conscientes e inconscientes. Recordemos como el yo tiene apertura en la consciencia, cree saber y conocer la realidad. Los dos deben integrarse, eso se puede, pero es difícil ya que como se ha dicho antes, estamos divididos y no se es escuchado por apegos, desconocimiento, miedos o temores.

Sigamos, ahora, el sí mismo por su parte es el órgano psíquico de adaptación por excelencia. Es la máxima expresión del proceso de individuación. Es lo que conduce, lo que aclara; es esa representación -sabio, maestro, niño, Dios- que tiene el conocimiento pero que no es escuchado. El sí mismo abarca todo, es la esencia, el espíritu y a la vez es un arquetipo.

Con respecto al concepto Jung plantea:

El arquetipo en sí es un factor psicoide que, por así decir, pertenece a la parte invisible, ultravioleta, del espectro psíquico. Como tal no parece capacitado para acceder a la conciencia (…), es decir, trascendente” (Jung, 2004, p. 17). Aún más, “no presenta ninguna característica fisiológica y no puede ser abordado como psíquico, a pesar de que se manifieste psíquicamente [por lo que…] no nos queda más remedio que calificar su naturaleza de “espíritu” (Jung, 2004, p. 17). “Caracterizado por su numinosidad, el arquetipo es la autorrepresentación del instinto y se manifiesta como símbolo y mito en un proceso de psiquificación (Jung, 2004, p. 17). (…) Esas imágenes son “imágenes primigenias” (“arquetipos”) porque son, por excelencia, inherentes a la especie, y si han “surgido” alguna vez, este surgimiento coincide, cuando menos, con el comienzo de la especie (Jung, 2002, p. 76).

Cuando se aborda el sí mismo es fundamental identificar conceptos relacionados con el Yo o Ego y con otro arquetipo relacionado con la sombra. Sin embargo, en este artículo las aclaraciones y conceptos se encuentran enmarcados netamente al sí mismo.

Seguidamente, el objetivo del sí mismo es la totalidad. Jung llamó búsqueda de la individuación a este proceso que se extiende durante toda la vida. La individuación es la razón de ser del sí mismo; propicia llegar a ser lo que se es (Schmitdt, 2005). Por medio del proceso de individuación en la segunda mitad de la vida, la persona alcanza la totalidad. Su propósito intrínseco es alcanzar la autorrealización más completa posible en la psique, en este aspecto se manifiesta el yo como parte primordial del reconocimiento, a través del proceso evolutivo del ego se favorece el recobro de las capacidades psíquicas del inconsciente (Stevens, 1994).

Es una imagen arquetípica de la totalidad, a la vez es el arquetipo central del inconsciente colectivo. Repetimos, es el centro de la totalidad, así como el yo es el centro de la consciencia.

He elegido el término “colectivo” porque tal inconsciente no es de naturaleza individual sino general, es decir, a diferencia de la psique personal, tiene contenidos y formas de comportamientos que son iguales cum grano salis en todas partes y en todos los individuos. Es, con otras palabras, idéntico a sí mismo en todos los hombres y por eso constituyen una base psíquica general de naturaleza suprapersonal que se da en cada individuo (Jung, 2002, p.4).
(…) Los contenidos de lo inconsciente personal son ante todo los llamados complejos sentimentalmente acentuados, que forman la intimidad personal de la vida anímica. Los contenidos de lo inconsciente colectivo, por el contrario, son los llamados arquetipos. Si bien el yo se fundamenta en diferentes campos, elementos y acciones como espirituales, fisiológicos, comportamentales, sociológicas, culturales, hereditarias, ambientales, entre otros. El sí mismo es un arquetipo y al mismo tiempo es esa esencia espirítual y fundamental para definirnos (Jung, 2002, p.4)

¿Cómo imaginar un punto central dentro de nosotros mismos? Lo que lleva a ver nuestra total circunferencia y contiene, a la vez, todas las fuerzas contradictorias de nuestra psique.

Para responder esta pregunta es importante señalar que el sí mismo hace parte del inconsciente y del consciente, si tu Yo no reconoce esa energía, continúa, aún sí tu Yo la reconoce también avanza con su función. La finalidad del sí mismo individual o personal es conocerse e integrarse. Él, por su parte guía el desarrollo individual a través de una misión o visión o llamado de otra forma como proyecto evolutivo el cual está contenido en el mismo y que lleva a percibirse en otros ámbitos y contextos como destino (Stevens, 1990).

El sí mismo como nivel del desarrollo de la consciencia, etapa de integración que prosigue la etapa egoica: proporciona bienestar emocional, tranquilidad, y equidad; aunque para llegar a él hay un descenso por decirlo de esa manera, los procesos a entender, conocer e integrar son difíciles por la desinformación, el sufrimiento y la poca actualización de conocimiento y datos en muchas culturas.

El descubrimiento de sí mismo crea en nosotros una consciencia totalmente nueva como también una actitud hacia la vida. La experimentación de esta totalidad fusionada no es solamente la prerrogativa de individuos bien informados y psicológicamente astutos. En el momento de encontrar el llamado sí mismo, o cuando él nos encuentra a nosotros, se empieza a diferenciar los miedos, desaciertos o deseos egocéntricos en cualquier rango o individuo. En este aspecto se ve bastante bien como el Yo se encuentra consigo mismo trascendiendo miedos, falsas expectativas y ambiciones basadas en un pensamiento ilusorio.

Eventualmente, cuando las imágenes del Sí Mismo emergen del inconsciente colectivo, se filtran a través del inconsciente personal e impactan en la consciencia, muchas de éstas llegan a generar vivencias de serenidad, de regocijo y paz. En muchas circunstancias el sí mismo se denota por medio de símbolos y sueños. Las experiencias del Sí Mismo en sueños y visualizaciones parecen producir una nueva actitud ascendente ante las situaciones desafiantes de la vida. No te deja en estados inconclusos, soluciona dificultades, facilita y permite sobrepasar asuntos problemáticos, muchos de ellos detallados por eventualidades externas o por vivencias internas de acuerdo al proceso único e individual como el proyecto de vida, meta o finalidad.

Por ende, de repente te encuentras trascendiendo miedos, falsas expectativas y ambiciones basadas en un pensamiento habitual ilusorio. De alguna manera te observás más sereno emocionalmente y se puede llegar a sentir -en el interior- un estado de equilibrio, con más reciprocidad hacia la introspección de la totalidad y de símbolos poco conocidos e inexplorados.




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