domingo, 6 de enero de 2019

LA ADULTEZ INTERMEDIA TAMBIÉN PUEDE SER EXPERIMENTADA COMO UNA CRISIS

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Por: Leidy Cañas Torres
Psicóloga. Magíster en Psicología
Gerente y Representante Legal de la empresa 
"Gerencia de Sí mismo"

La adultez intermedia, también puede ser experimentada como una crisis, y el fracaso para superarla impide la formación de rasgos maduros en la personalidad.  Manukyan y otros (2015) describen áreas en las que pueden generarse crisis, tales como, transiciones en la vida laboral, retos frente a la educación de los hijos y, en ocasiones, los cambios de vida a causa de la separación de la pareja y la conformación de una nueva familia.

Oliver C. Robinson y Gordon R.T. Wright (2015) manifiesta que la crisis de la mediana edad es un término dado a episodios de crisis los cuales se producen en un rango de edad entre los 40 y 49 años (Lachman, 2004; O`Connor & Wolfe, 1987). Un modelo de crisis fue desarrollado por O`Connor y Wolfe (1987), a través de unas entrevistas a personas de 40 años, en el estudio describe rasgos relacionados con emociones negativos y cambios importante en la estructura de la vida, retos y cambios de afecto e identidad.

Oliver plantea como una crisis requiere de un inicio y un fin para ser almacenada como un episodio nuclear dentro de la memoria autobiográfica, asimismo la memoria autobiografica está conformada por guiones de vida culturales –prototipos idealizados de cuándo y cómo deben producirse transiciones de la vida y etapas que son normativas en una cultura particular. Los episodios de crisis contienen eventos desafiantes y estresantes, y esos eventos son típicamente centrales para el reconocimiento retrospectivo de ese momento, paralelamente la crisis puede actuar como un punto de inflexión simbólico en la historia de vida, el reajuste necesario después del evento se recordará como aspecto clave hacia el cambio durante la crisis. Oliver plantea por medio de varios teóricos (Denne y Thomson, 1991; Erikson, 1968; Forer, 1963; Levinson, 1978, 1996; King, 2001; Sheehy, 1977) como los episodios de crisis problemáticos y poco saludables pueden actuar como estímulos para efectuar el cambio en una persona. A la vez, la crisis puede supeditar angustia y promover una mayor autoestima y un mayor sentido de autonomía. Una crisis resuelta conduce a la autoevaluación de la fuerza interior –personal- al resolver con éxito un episodio de la vida emocionalmente difícil. Oliver (Denne y Thomson, 1991; Levinson, 1996) adjudica importancia a la empatía emocional, conexión que implica indirectamente sentir la angustia del otro, vivencia que ayudan a las personas a relacionarse mucho mejor por medio del reconocimiento e identificación.

Manukyan y otros (2015) en su estudio incluyeron 309 adultos, con un grupo de personas que oscilaba entre 18 y 25 años y 38 y 45 años. Al trabajar la madurez psicológica se asumió que su relación con la mitad de la vida podría ser uno de los fenómenos que indican el desarrollo de la personalidad adulta, manifiestan que en la edad media aparecen diferentes tipos de crisis. Generalmente se produce cuando la persona se encuentra en las edades de 30 y 40 años (Levinson, 1986; Sheehy, 1999; Hermans, Oles, 1999; Morgun, Tkachev, 1981; Slobodchikov, Isayev, 2000, Soldatova, 2007) citado por Manukyan). 

Por su parte los autores anteriormente mencionados relacionan criterios para la madurez psicológica como la responsabilidad, la reflexividad – la conciencia, el auto-desarrollo, la auto-aceptación, el respeto de sí mismo, la autonomía, la viabilidad, la auto-gestión, la organización de la vida, la integridad, la congruencia, la ampliación de la red social, la tolerancia, la conciencia moral, los valores humanísticos y las positivas relaciones sociales. 

Sin embargo, cuando se presenta la crisis las personas se encuentran con una baja satisfacción con la vida y bajos sentimientos de felicidad denotados en los procesos de desarrollo de la personalidad, afectados por el paso y periodos de crisis. En el estudio desarrollado por Manukyan (2015) detallan como en la edad de 40 años se genera congruencia, integridad, aumento de autonomía, conciencia y efectividad, el fracaso para superar la crisis de la etapa anterior impide la formación de rasgos de la personalidad madura, lo que apoya la hipótesis acerca de la relación entre los mecanismos de crisis y el desarrollo de la madurez psicológica.

En consecuencia Bauer (2015) expone como desde la antigüedad se ha asociado a la mitad de la vida con una fase critica de deterioro físico y mental en los hombres, relacionándolo con la crisis de los cuarenta años. (Mann y Frisch citado por Bauer, 2015) revelan en sus obras la naturaleza perfomativa de la edad, y las categorías de la masculinidad y la feminidad. Asimismo, exploran las tensiones que surgen en la edad subjetiva -la edad que la persona siente-, la edad fisiológica –funcionamiento del cuerpo- y la edad social, - la edad que la sociedad considera que la persona sea, con base al número de años que se ha vivido-. 

A partir del interés en el desempeño de genero y en las áreas de estudio del envejecimiento se manifiesta que la edad es entendida como una categoría cultural construida. Bauer (2015) expone como hasta el momento el concepto de crisis de la mitad de la vida masculina ha jugado un papel importante en las sociedades europeas y norteamericanas, dados por los inmensos anuncios de medicamentos relacionados con el rejuvenecimiento en hombres de edad avanzada.

McFadden (2012) manifiesta como durante la mediana edad las mujeres tienden a experimentar cambios en los roles: familiares e intrapersonales los cuales conllevan al aumento del estrés, depresión; generando altibajos en el bienestar. La presión residen en ideas y contextos sociales en los que la mujer se encuentra en el medio por los aspectos laborales y aspectos familiares como la maternidad (Chassin, Macy, Seo, Presson y Sherman, 2010, citado por MacFadden). 

De esta manera, la transición de la adultez intermedia es difícil para las mujeres que ya que se encuentran relacionadas con la menopausia, la decadencia física y el desarrollo de estados de ánimo negativos. McFadden (2012) hace referencia al abandono de poder en la mitad de la vida, circunstancia relacionada con la disminución de la actividad física y la relación con los diversos roles familiares.

Por medio de Barnett y Baruch (1978) expone McFadden (2012) que los teóricos como Erickson y Levinson se centraron en la secuencia específica de acontecimientos físicos como la menopausia y nido vacío, sim embargo, aspectos relacionados con los roles laborales quedaban supeditados a la poca importancia, generando hincapié a la falta de investigación en la adultez intermedia.

Stell (2014) manifiesta que los episodios de crisis se han asociado con mayor frecuencia a la adultez intermedia o mediana edad, manifiesta que en la prensa popular y la literatura académica, los episodios de crisis se han asociado con mayor frecuencia con la edad de cuarenta a cincuenta años en el rango de edad y mucho más a través del concepto de mediana edad.

Por su parte Oilver C. Robinson, Gordon R.T. citado por Wright (2015) realizaron un estudio con 1.023 adultos del Reino Unido, su objetivo era obtener datos sobre los tipos de prevalencia y resultados percibidos en los diversos episodios de crisis en tres etapas de la vida adulta: 20 a 29, 30 a 39 y 40 a 49 años. Al comparse las tasas de prevalencia detallaron que en las mujeres la familia y la relación eran más comunes que en los hombres. Las crisis relacionadas con el trabajo eran más comunes en los hombres los cuales presentaban sensaciones de estar atrapados en el trabajo, tensión laboral y presión por el desempleo. Las crisis más comunes distas en las diversas clasificaciones estaban relacionadas con el divorcio, ruptura en las relaciones y dificultades financieras. Al menos un tercio de los adultos detallaría una crisis en cada etapa o clasificación nombradas por los investigadores. En las mujeres se observó más crisis que en los hombres, sin embargo, tanto los hombres como las mujeres presentan cambios y crisis en la madurez. Una de las hipótesis relacionadas con los datos se encuentra dada hacia las mujeres las cuales son más propensas a admitir las crisis o eventualidades que los hombres. 

Una característica de la crisis de los cuarenta estuvo relacionada con la presencia de duelo, los autores relacionan que en la adultez intermedia se debe a una mayor conciencia de la muerte y la mortalidad, generando apertura a los retos del envejecimiento. Uno de los hallazgos con el rango de 40 a 44 años de edad (31.2%) estuvo relacionado con el crecimiento positivo después de presentarse la crisis. Al realizar una relación con las diversos episodios, fundamentan que las personas empáticas son más propensas a la crisis, debido a la sensibilidad con el otro, a la empatía hacia los problemas y a las angustias con los demás; las vivencias y percepciones inducen indirectamente a desarrollar episodios estresantes de la vida o ha desarrollar crisis en sí mismo. Los investigadores asocian la vivencia de la crisis con planteamiento propuesto por Carl G. Jung relacionada con el “Sanador herido” (Jung, 1993).

Krisztina s. PetiK, aniKó Kézdy & Fruzsina Kocsis  (2012), manifiestan como ciertos acontecimientos de vida provocan crisis, debido a las formas de estrategias para los problemas obtenidos hasta el momento; muchos de ellos presentan pocas alternativas para proporcionar suficiente ayuda requerida para el éxito del afrontamiento.

Así, la educación y formación es necesaria, donde los recursos internos estén al alcance para prevenir o para contrarrestar la crisis al momento de vivenciarla.  

La educación de adultos debe brindar respuestas a las dudas del momento vital, preguntas relacionadas de ¿cómo aprender? y ¿cómo adaptarse?, ya que muchas personas buscan ayuda psicológica sólo en tiempos de profundas crisis.  Los requisitos de la formación permanente deben incluir no sólo el aumento continuo de los conocimientos profesionales, sino una ampliación de conocimiento en todos los aspectos de la vida (Kopp et al 2006b.), por lo tanto, la educación debería de participar en el cuidado y en el desarrollo de la personalidad en su conjunto. Miller (2000) citado por Krisztina s. PetiK, aniKó Kézdy & Fruzsina Kocsis  (2012).  

Bajo estas claridades, es muy necesaria la atención a la personalidad porque el aprendizaje de ajuste exitoso que requiere una intensa auto-reflexión representa un camino desconocido y lleno de ansiedad para muchas personas. Ante las dificultades en la adultez intermedia se hace necesario abordar otros aspectos, muchos de ellos durante la transición de la juventud no se vivencian, ni se aproximan..., dado los egos y el tener que hacer frente a varias perdidas.

El problema del envejecimiento provoca prejuicio (száboné Molnár 2009) citado por Krisztina s. PetiK, aniKó Kézdy & Fruzsina Kocsis  (2012), a la vez, genera ansiedad tanto en ámbitos individuales, sociales y cultural. Asimismo, en la adultez intermedia no tiene modelos de afrontamiento que sean válidos para todos los contextos, por eso muchas personas en la mitad de la vida se quedan solos con sus problemas, y reaccionan al hecho de acercarse a la vejez con el estancamiento del desarrollo o incluso con la crisis.

Parece evidente que la educación de adultos debe presentar respuestas para la pregunta de cómo aprender a adaptarse, ya que muchas personas buscan ayuda psicológica sólo en tiempo de crisis profundas. (Maróti, 2002) citado por Krisztina S).

Apenas hay programas que ayuden a especializarse en los problemas de desarrollo de los diferentes grupos de la edad adulta y en la generación de la adultez intermedia. Para llenar este vacío es importante conocer los factores que influyen en esta etapa de vida, en el bienestar psicológico, y en las dificultades de las personas que transcurren por la mediana edad.

Concomitante a la adultez, un estudio realizado en el Reino Unido manifiesta como la literatura académica ha asociado los episodios de crisis a un rango de edad entre los 40 a 45 años, por medio del concepto de crisis de la adultez intermedia (o mediana edad). Expresan cómo un episodio de crisis puede desarrollar factores de estrés e inestabilidad emocional y cómo estos mismos factores superan la capacidad para enfrentar situaciones de manera estable y sin alteraciones afectivas. Una crisis se desarrolla en un periodo de la vida y puede durar más de un año de acuerdo a los acontecimientos, las relaciones, la propia identidad, las motivaciones, los objetivos personales, la cognición y el afecto (Stell, 2014). 

En cambio Martínez, (2012) detalla algunos compendios fundamentados por Erik Erikson relacionados con la búsqueda de identidad personal a partir de 8 etapas, el conflicto pasa de una etapa a otra, y la solución positiva es de gran importancia para acceder y generar conciencia en la siguiente. Si la crisis no se resuelve satisfactoriamente, se continúa con las dificultades. Uno de los problemas fundamentales dados en la adultez intermedia estaría relacionado con la generatividad frente al estancamiento, la cual consiste en dar y responder a los requerimientos –necesidades- de las siguientes generaciones, integrar la vida familiar  -cuidar de la siguiente generación-, dando grandes aportes a la sociedad.

Para concluir, el estudio realizado por Petik, (2012) determinó que el aprendizaje no siempre esta relacionado con la crisis, sino con el querer aprender de acuerdo a las edades o capacidades. La necesidad de participar en los programas educativos dirigidos al auto-desarrollo es más fuerte en caso de individuos, cuya motivación está dominado por objetivos intrínsecos, (objetivos relacionados con las necesidades psicológicas básicas) (PetiK, aniKó Kézdy &amp, Fruzsina Kocsis  (2012).  

En general, los diferentes autores mencionan como la adultez intermedia está relacionada con la asunción de nuevos roles familiares, sociales, culturales y laborales, así como con los cambios en el vigor, la salud del cuerpo; proximidad de la muerte y la adaptación a las pérdidas (Martínez, 2005). Recapitulando, los cambios se pueden dar de manera irregular, estando determinados por la individualidad, el contexto y la cultura (Henáez, 2001); no todas las personas desarrollan todos los rasgos o características que se han descrito en esta etapa. Sin embargo, no hay acuerdo entre los autores sobre el rango de edad en el que ocurren estos cambios.


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